“Nos dicen que tienen que formarnos porque somos salvajes”

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Fuente Señal Colombia

Por David Jáuregui Sarmiento

¿Son los indígenas quienes resisten o somos nosotros quienes nos resistimos a ellos? Hablamos con líderes indígenas para responder porqué, aún hoy, luchan por mantenerse.

La diversidad colombiana tiene un componente que es tan importante que, en el caso de las comunidades indígenas, tienen libertad constitucional para establecerse, organizarse y dirigirse a ellos mismos de acuerdo con sus propios valores instituciones y mecanismos. Eso quiere decir que se respeta tanto la diversidad étnica colombiana que a los pueblos ancestrales se les permite autogobernarse, tener su propia identidad y territorio. Todo eso no ha sido gratuito, pero ¿a qué se debe?

En nuestro país, organizaciones como la Organización Nacional Indígena de Colombia se encargan de mantener la tradición indígena; esto quiere decir que mantienen viva la lucha por mantener sus costumbres, el control de sus territorios e incluso el bienestar de su pueblo, sumergido en el Estado-Nación que llamamos Colombia. En otras palabras, es una organización indígena que hace resistencia a desaparecer en la Colombia occidentalizada que no entiende el mundo fuera de las normas de la economía del capital y el Estado-Nación moderno.

“La palabra resistencia es una palabra de quien no pertenece a la comunidad indígena. Nosotros no resistimos, eso es una idea occidental que hasta se nos ha impuesto. Para nosotros no es resistencia, para nosotros es pervivencia: hacer uso de mi cultura, de mi ley, de mi origen, eso es pervivencia, y lo que el sistema traduce como resistencia. Para nosotros es normal saber cómo digo papá, cómo digo mamá en nuestras lenguas, porqué la casa se construye redonda, porqué las malocas son redondas, porqué un burro es de todos, de la colectividad, por ejemplo. El sistema cree que resistimos a olvidar porque es importante bailar, cantar la luna, al universo, la tierra, el agua, etc. Pero lo que hacemos no es resistir, sino vivir lo que somos”, explicó Lejandrina Pastor, consejera de la mujer y la familia en la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC.

Para Lejandrina el sistema, como parte de su ánimo de ganar la puja entre los conocimientos ancestrales, ha impulsado a las comunidades indígenas a dejar sus tradiciones. “Te dicen que no dejes al niño en tu cultura, sino que lo lleves a la iglesia. Eso no es resistencia, eso es mantener nuestra cultura milenaria. Por ejemplo, en conceptos sencillos podemos ver en dónde está nuestra pervivencia: para los otros el concepto de silencio se asemeja con no hacer ruido, pero para nosotros traduce lo fresco, sereno en el ambiente. Mientras escuchar para los otros significa tener bien el oído para recibir sonidos, para nosotros es guardar la palabra. Se piensa en nosotros como si apenas existiéramos cuando llegaron los conquistadores, pero ya estaba nuestra cultura aquí desde antes de ellos, miles y miles de años antes de los 500 o 600 años desde la llegada de los europeos a América.”, agregó la funcionaria de la ONIC.

De acuerdo con Pastor, la cultura indígena es como la gota que golpea el palo, en el que su fuerza de choque contra la madera parece insignificante pero que, con el paso de los años, con el paso del tiempo, logra quebrar la madera. Continuar con la cultura, si para el Estado Nación es resistencia, para ellos se trata nada más y nada menos que de ser.

Pero, más que la pervivencia, algo que molesta a los pueblos indígenas es la actitud de quienes no hacen parte de su pueblo, porque se les ve como si fueran algo malo, salvaje, de lo que bien podría sentirse vergüenza porque no encaja bien en la sociedad.

“Es como si el sistema nos dijera que no es bueno resistir, para ponerlo en sus palabras. Nos dicen que, por ejemplo, no podemos ejercer como ministros de agricultura o ambiente, porque no estás capacitado y no tienes el título que te avala. Nos dicen que tienen que “formarnos”, porque somos salvajes o no podemos, no damos para esas responsabilidades. Pero nosotros miramos y decimos: el que no entiende es él, porque no ven lo integral, lo que va más allá; nosotros no solo miramos el aspecto ambiental, sino como cuidamos nuestro universo. Cuidar el ambiente no solo para mi sino para el universo. Nos han dicho tu no sabes, y nosotros decimos sí sabemos, cuando tu ibas, yo venía, porque nosotros tenemos conocimientos y tradición milenaria, no estamos hablando de un sistema nuevo, estamos hablando de conocimiento milenario escrito en los códigos de la tierra. Mientras nos dicen que debemos parecernos a un líder destacado, nosotros decimos que tenemos que parecernos a un árbol determinado, por ejemplo, que cobijó muchos animales y dio muchos frutos”, concluyó la lideresa indígena.

Las resistencias o pervivencias indígenas en Colombia
Algunas naciones como Estados Unidos o Argentina, una vez ya estaban constituidas como naciones, emprendieron guerras con las naciones indígenas que gobernaban los territorios de dichos países dejándolas casi en la extinción.

Estados Unidos, por ejemplo, entabló lo que la historia ha denominado las “Guerras Indias”, en las que a través del combate armado se les extinguió o se les obligó en la derrota a una localización geográfica forzosa y reducida en reservas, así como la asimilación cultural de Gobierno de las naciones modernas. Dentro de los pueblos que se vieron envueltos en este proceso están, por ejemplo, los Apaches o los Navajos.

En la Argentina sucedió algo muy similar, pues en la denominada “Conquista del desierto” los Mapuche, Ranquel, Tehuelche, entre otros pueblos, fueron masacrados y quienes sobrevivieron fueron obligados a la asimilación cultural y la desaparición. Sin embargo, este proceso no se dio de la misma forma en todo el continente, y en el territorio colombiano los pueblos indígenas tuvieron más suerte, y en muchos casos pactaron resguardos en los que regía un estatuto especial autónomo con pautas y tradiciones propias, y que hoy en día se mantiene en el país.

No todo fue paz y amor entre los conquistadores españoles y los pueblos que ocupaban los territorios y, como era de esperarse, algunos de los ocupantes pre-coloniales entablaron cruentos enfrentamientos armados con los conquistadores, quienes también perdieron innumerables vidas debido a las resistencias de estos pueblos.

“Todas las sociedades que existieron en Colombia de una forma u otra se resistieron a la conquista. Sin embargo, hubo casos notables, como el de los Tayrona, que habitaban en la Sierra Nevada de Santa Marta, que fueron durante casi 80 años tuvieron una guerra contra los españoles, tras los saqueos de las ciudades perdidas. Otra muy notable fue la guerra de los pijaos, que empezando el siglo XVII sostuvieron una guerra contra los conquistadores de más de una década. Los Pijaos después de resistir quedaron casi aniquilados. Los Chimilas también pusieron su cuota de resistencia. Ahora bien, debemos recordar que la conquista no se hizo toda de una vez, sino en ciclos y temporalidades diferentes, por lo que no todas las resistencias se hicieron a la vez”, explicó Roberto Pineda, docente experto en esta área de la Universidad Nacional de Colombia.

“Podemos ver que resistencias indígenas se registraron en los siglos XVI, XVII, XVIII e incluso hay unas contemporáneas, como en el Amazonas a principios del siglo XX, o en la década del 60 en el Catatumbo, con la llegada de las petroleras y las compañías de extracción”, agregó Pineda.

De acuerdo con Pineda, muchos grupos no lograron soportar las embestidas de la conquista, como por ejemplo los grupos que habitaban el Valle del Cauca, y que tuvieron que enfrentar a militares como Sebastián de Belalcázar, y que eran muy interesantes, pero no sobrevivieron a la conquista y desaparecieron prácticamente.

“Curiosamente, los que sí tuvieron mucho éxito en la resistencia fueron los Wayúu en la Guajira, porque eran relativamente nómadas y buenos cazadores. Se enfrentaron a los españoles en el Cabo de la Vela, donde había perlas y fueron utilizados por los ibéricos para conseguirlas. Seguramente ellos tras su contacto con los españoles aprendieron a manejar ganado, a domesticar caballos y luego a través de sus colecciones con los holandeses adquirieron armas de fuego y así resistieron a los españoles. Pero, para lograrlo se tuvieron que transformar y se convirtieron, por ejemplo, en algo que no eran antes, como pastores”, concluyó el docente de la Universidad Nacional.

Los españoles, antes de verse en incursiones 100% armadas, intentaron persuadir a los locales de que ellos eran los legítimos dueños de las tierras que los indígenas llevaban habitando por miles de años, y que nada de lo que pudieran alegar sería válido, pues sus requerimientos estaban amparados por su dios y los reyes de España. Eso, sabemos hoy, muy poco peso debía tener para los pueblos locales, pues ellos tenían sus propias creencias, así como sus propios gobernantes.

Como Pineda, los académicos chilenos también destacaron la resistencia de los Taironas, así como los Quimbayas, ambos pueblos belicosos y orgullosos que se negaron, casi hasta su desaparición, a aceptar los requerimientos “legales” de los peninsulares: “En Colombia, fueron los Taironas y los Quimbayas los más activos opositores a la penetración hispana. Especialmente durante la segunda mitad del siglo XVI, se sucedieron las rebeliones y los ataques a los poblados se Santa Marta y Bonda, que tuvieron que ser reconstruidos en muchas ocasiones. Las principales ofensivas taironas se registraron en 1555 y entre los años de 1571 y 1575. En respuesta, los gobernadores enviaron diversas expediciones de castigo al interior y se tuvieron que realizar gastos de proporciones. Tribus más pequeñas, como los Chimilas y los Tupés, excelentes y audaces flecheros de dardos envenenados, también colocaron en aprietos a los asentamientos españoles, recurriendo especialmente al ataque nocturno. En virtud de esta resistencia y la abigarrada geografía de la región, la conquista española recién cobró fuerza desde el siglo XVII”, explicó el documento “América y la irrupción europea” de la Universidad Católica.

De toda esta historia solamente quedan quienes se mantienen firmes a su tradición, sus costumbres y sus orígenes ancestrales indígenas. Veremos si con el paso de los años las resistencias de los indígenas continúan, se modifican o si, por el contrario, se convierte en un motivo de vergüenza o de profundo orgullo.

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